jueves, febrero 02, 2006

El Pianista 2º Parte


¡Nunca en su vida había oído tal melodía, tan hermosa y triste a la vez! Su corazón se llenó de gozo, luego no pudo evitar sentir melancolía por no haber acudido a ese sitio antes... escuchó sin casi percibir más que los sonidos que salían de ese piano maravilloso...
El hechizo duró hasta que la pieza terminó y todos los asistentes prorrumpieron en aplausos. Francesca sintió que despertaba de un sueño... Salió apresurada de aquel lugar y se alejó casi corriendo... Por primera vez en su vida sentía un real placer, regocijo, alegría, que su corazón parecía a punto de estallar... a la vez sentía miedo... no estaba acostumbrada a las nuevas sensaciones y su vida, que estaba fría, y calculadamente bien, por un momento perdía toda dirección...
Siguió alejándose, no entraba en su cabeza que un desconocido, es más, un pianista sin nombre le hubiera dado tanto a cambio de nada... por otro lado este tipo era un don nadie, generalmente le gustaba que sus parejas fueran gente muy conocida, ya que al día siguiente los contratos hacían fila.
Se sintió insegura, perdida, sin un norte claro que seguir, ¿Qué hacer? Olvidarlo para siempre, o buscarlo incansablemente, hasta hacer de esas melodías, algo suyo...
Por el momento sólo sabía una cosa, tenía que escapar, ir lejos, muy lejos, adonde no encontrara nada.
La calle apestaba, las luces nocturnas no hacían más que cegarla.
Paró un taxi, se dirigió a la estación de trenes, para ir a su lugar favorito, un bosque que de pequeña visitaba con sus padres, y cada vez que podía iba. Sus padres habían muerto cuando ella era sólo una niña. Su abuela, una mujer estricta, llevada por las antiguas costumbres, la había educado para sobrevivir en el mundo, y a la vez pararse frente a todos y no tener que agachar nunca la cabeza. Ella había muerto hace poco, pero a Francesca casi no le importó, con ella había vivido el pero infierno que podía existir, y aunque ya era toda una mujer, aún quedaba el resentimiento.
Todo esto pensaba mientras se encaminaba a la estación. Al llegar ahí, tuvo que frenarse, poner los pies sobre la tierra, y darse cuenta de que no podía abandonar la ciudad así como así, tenía compromisos, trabajos, proyectos que entregar, y sabía que las pérdidas serían millonarias.
Reprimió sus ganas, tomó otro taxi, y volvió a su morada minimalista. Cuando compró su departamento, no tenía claro como quería decorarlo. Su corazón le decía que lo hiciera lo más hogareño posible, pero su mente, como siempre, se impuso a eso. Todos sus colegas siempre hablaban de la Bauhouse, el arte minimalista, de que un publicista tenía que tener buen gusto, etc. Y aunque ella lo admiraba, sentía que eso en realidad era mucho más simple, pero el entorno acabo con eso. Debía admitir que cualquiera que fuera a su casa, admiraba la decoración, el amueblado, los cuadros. Pero Francesca sentía que ese no era su hogar, que era el de otra persona, una mucho más fría, sin duda.
Entró, y aunque esta maniobra la había hecho incontables veces, sintió una punzada que casi la tira al suelo...
Se sacó los zapatos, avanzó lentamente sintiéndose una extraña en su propia casa. Se tendió en su cama, y tuvo una noche sin sueños.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que buena la historia angelito.. pero tienes que completarla po.. ves que yo no tengo internet.. y rara vez me conecto!!
un besito niña nos vemos..

Laura