La vi unos metros antes de encontrarse definitivamente conmigo, vi esa mirada que tuve ocasión de recibir antaño tantas veces, cuando en mis ojos sólo lágrimas podían responder por mi dolor, mi tristeza, mi desilusión. Supe de inmediato que aquello era el final, el tan esperado último encuentro, porque aunque lo hubiésemos querido, aunque hubiésemos tratado de evitar que así fuera, el engaño al que nos habíamos sometido se hacía presente a cada momento, y con más intensidad cada vez...
Nunca formamos la amistad ansiada por todos... Esa "seudo-amistad" que llevábamos se debía simplemente a tanto amor entregado en algún momento, pero nada más... por eso el final no podía ser bueno, la ceguera que me impuse voluntariamente no me dejó ver eso, o mejor digamos que en el fondo no quise verlo...
Ya a esos metros sentí su mirada traspasar mis huesos, mi carne. El nerviosismo sentido por esa espera de 10 min, más que desaparecer, se transformó en la comprobación de que lo que yo creía evitable, estaba ocurriendo... ¡Cuántas veces me dije que ésta o aquella sería la última vez! ¡Cuántas veces mentí a mis más cercanos diciéndoles que por fin se acababa todo, cuando mi corazón sabía que aquello no podría soportarlo!
Alargó su mano. Fue tan rápido que no me atrevo a asegurar que efectivamente sentí sus dedos rozar con los míos. La seguridad que sentía de que si era el último encuentro se vio reflejada en la entrega de aquella carta...
Sólo era en total una página... pero era suficiente, más que suficiente para aquella alma a la que había amado, odiado, vuelto a amar, querer, odiar, para que ahora, al final, mi alma pudiera decir:"La verdad no importa".
Y no era que no la quisiera, no era que la odiara, pero se había profanado algo tan preciado para mí, le había entregado mis horas más felices, mis dichos más amables, mis caricias más dulces, mis besos más ardientes, que ahora, cuando ya no quedaba nada de mí, sólo importaba decirle:"contigo fui libre, como con nadie más".
Me pregunto que era, le dije que una carta, me despedí secamente, di media vuelta, y abandoné aquel lugar con la rapidez que mis pies me lo permitieron...
Recuerdo que antes, sabía que yo aún era suya, porque cuando me despedía, lo único que quería era no separarme de ella, y atrasaba una y otra vez la separación, hasta que esta era inevitable, y ahí me quedaba yo, con el corazón en la mano, implorando porque ella lo recibiera, rogándole hacerlo de ella, pero nunca volvió, nunca lo recibió, y hoy, por vez primera, mi corazón estaba muy lejos de allí, de aquel lugar, de ella...
Caminé sin voltear ni una sola vez, sabiendo que unos paso más allá, quizás a la vuelta de la esquina, estaba el principio de mi verdadera existencia...
sábado, septiembre 16, 2006
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